-->
Esta semana pasada se llevó a cabo la segunda
expedición alpina de este verano para el Club de montaña de La Bañeza.
Como punto de partida la capital Suiza, desde allí
y atendiendo al parte meteorológico, la cordada formada por Juan Carlos,
Richard y Raúl nos decidimos por intentar los 4.477 metros del Cervino, a pesar
de tener sólo 36 horas de previsible buen tiempo la opción del altivo pico
Suizo ganó al resto de alternativas, ya que la meteo no era buena en ningún
extremo de los Alpes por lo que la opción inicial paso a ser la definitiva.
Ya la subida al refugio anticipo lo que sería las
siguientes jornadas: más de 2 horas de dura subida (700 metros de desnivel para
alcanzar los 3.200 metros en los que se encuentra el refugio Hörnilhutte) bajo la perseverante y fría
lluvia, cargados con todo lo necesario para tres días de ataque a la más bella
cima de los Alpes, seguramente de Europa (con permiso del Naranjo de Bulnes) y
entre las más hermosas del mundo.
Los últimos días de junio fueron de bonanza
meteorológica y el Matterhorn presentaba un aspecto fantástico con poca nieve,
acorde a esta época del año, pero el comienzo de Julio trajo consigo nieve por
encima de los 3.000 metros y a pesar de contar con una ventana de buen tiempo
las condiciones de la vía no serían fáciles.
El viernes fue una jornada de espera, en la que
fuimos testigos de la llegada entre la ventisca de la única cordada que
coronara la cima en los últimos días, tres rusos que desafiaron tormentas y
nevadas; coronaron el miércoles y esa noche durmieron en la cabaña de
emergencia de Solvay (una caja de madera colgada de la misma arista a 4.003 ms
de altitud), iniciaron la bajada entre la tormenta el jueves por la mañana y 22
horas después, extenuados e hipotérmicos llegaron a el refugio inferior. Un
anticipo de lo que nos venía encima.
Esa misma tarde en un claro salimos a reconocer la
primera parte de la escalada con el fin de iniciar la jornada antes del
amanecer. A las 5 de la mañana del sábado comenzamos la vía en un día claro con
alguna nube alta (por fin durante algún rato veíamos la montaña) la dificultad
para dar con la ruta correcta, los agarres y seguros tapados por la nieve y la
necesidad de asegurar nuestro camino hicieron que la escalada fuera más lenta
de lo deseado a pesar de avanzar en ensamble: los tres escalamos a la vez con
seguros intermedios.
Sin parar más que para comer una barrita a medio
camino alcanzamos la Cabaña Solvay a las 2 de la tarde, 9 horas de ascenso para
casi 800 metros de desnivel, de este punto hasta la cima casi otros 500 metros
más de desnivel.
Paramos para comer algo de cecina y preparar un té
mientras actualizábamos la previsión meteorológica: confirmado, el domingo por
la tarde volvía la ventisca. Eso nos dejaba poco margen, intentar la cima
suponía llegar a Solvay de nuevo de noche y después la bajada en la mañana del
domingo, abandonar nos aseguraba poder seguir nuestra huella de hoy aunque
llegáramos de noche al refugio inferior. La sensatez primó y a las 3 de la
tarde iniciábamos el delicado descenso: cuerdas fijas tapadas, seguros ocultos
por la nieve, terreno inestable y resbaladizo,...todo ello nos obligan a
rapelar en repetidas ocasiones, sólo en los tramos más sencillos es posible
destrepar. Las horas pasan y el sol baja rápidamente hacia el ocaso, nos pilla
la noche y estamos lejos todavía muy lejos.
Paramos a picotear algún dulce y poner las
frontales, todo en orden, ahora tenemos que ir más despacio, más atentos, en el
Cervino no hay lugar para el error pero bajando de noche y con la fatiga de
toda una jornada de montaña no podemos bajar la guardia. Acostumbrados a escalar
juntos cada uno sabe lo que tiene que hacer, las decisiones consensuadas:
“ahora destrepamos“, “este tramo hay que rapelarlo”, “asegura ese paso”,...por
dos veces la cuerda engancha al recuperarla del rapel, Juan Carlos y Richard
ascienden de nuevo para liberarla y vuelta hacia abajo: monta el rapel,
despliega cuerda, rapela, recupera cuerda, recoge cuerda,...así en 15- 20
ocasiones y las horas pasan, algún bajón, sueño, cansancio,...y de nuevo la
luz del alba: amanece! Ya llevamos 24 horas pero la luz nos renueva, por fin
vemos cerca el refugio, el último tramo de destrepe bajo una fuerte nevada y el
último rapel, suelo firme avanzamos hacia el refugio, son las 8 de la mañana,
27 intensas horas de alpinismo.
Quitamos la botas, los crampones,.....un café con
galletas, hacemos la mochila y nos bajamos otro par de horas de caminata (ya no
son horas de ir a la cama) hacia Zermatt en busca de algo de comer, una ducha
y, por favor, una cama.
A pesar de no conseguir la recompensa de la cima
satisfechos de la actividad, disfrutar de la escalada de la mítica Arista Hörnli
con nieve, en soledad, sin ninguna otra cordada, en un día con buen tiempo es
una utopía para este pico que obra un efecto magnético sobre alpinistas de todo
el mundo y no es raro compartir la vía con un centenar de cordadas.
El Matterhorn nos ha dejado un dulce sabor de boca
a pesar de no haber podido con él, es la subida normal más difícil de los Alpes
y no es fácil coronarlo a la primera, pero ya sabemos el camino...